domingo, 13 de noviembre de 2011

Chuleta a la parrilla

La superficie ya tostada.
Una chuleta encima de las brasas
gotea, suda y sangra
sobre enanas llamas.
La saliva se seca en la garganta,
evaporada.
La lengua se revuelve vacía de agua.
En los labios luce la piel encarnada
mientras el hambre aguarda agazapada
detrás de la mirada
en un cerebro cada vez menos en calma.
Las manos limpias e inmaculadas.
El cocinero satisfecho se prepara
para clavarla con las púas largas
del tenedor firme y atraparla
sacándola de la parrilla abrasada
a la fuente blanca
mientras en su mano derecha descansa
el mango del cuchillo con la hoja plateada,
afilada.
Buen provecho.

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