lunes, 18 de marzo de 2013

Del electrón al núcleo del hambre

Universos de espacio vacío
contenidos en un átomo,
cielos condensados en la nada
de un espacio que no existe
donde no se puede estar
si conocemos la velocidad.

Saltan distancias que no hay los electrones
y se agarran entre sí los protones,
unos en espacios que no existen,
otros en abrazos casi imposibles.
En el espacio que se mide
la velocidad no existe.

Todo tan arcano
y al mismo tiempo
renovadamente nuevo
en el reducido escenario
de mi cerebro perplejo.

Todo ello aprendido
en un tiempo pasado,
todo eso tan enano
ya no es conocido
sin haberlo olvidado.

Todo ha cambiado
en el corto espacio
de mi tiempo vivido.

Lo que aprendí en un tiempo para mí anciano,
cuando entre los electrones había espacio,
resulta ahora, después de muy pocos años,
falso a los ojos alfabetos del moderno sabio.

Yo no sé todo eso que él sí conoce
sobre los viejos nuevos cielos pequeños
donde el fotón pasa como un corcel
por una ventana quieta en el universo
y por la que está al lado también,
donde corre sin saber por dónde
y donde está sin saber cómo.
Al final el mismo que sabe
resulta que sabe cierto
que no puede saber nada.
El huerto de la ignorancia
en casa de la ciencia.



Todo cambia y todo se niega
con verbos y elocuencia
empapada de ideas nuevas,
si la sabiduría no piensa
se convierte en una diarrea
y terminas cagando fuera.

¿Qué tendrá todo eso que ver,
mi querido amigo despistado,
con negarle la ayuda al necesitado?
Deberías llamarte Ignorancio.

A Dios le importa muy poco
que tú seas ateo o cristiano.
A mí no me importa nada
si tú eres ignorante o sabio.
Al pobre le importa mucho menos,
él lo que quiere es comer algo.
lo que sí importa, y mucho,
es ayudar al necesitado.

Tanto átomo y lo importante es el hambre
como su dueño sabe.

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