domingo, 2 de febrero de 2014

Desprecio ajeno


Sesos a la cazuela
en un cerebro que piensa
trabajando con la calavera
mientras las neuronas huelgan,
así es el fiero atleta
constructor de nuestro tiempo
cuando apunta sus ojos
con total desprecio
y con aplomo
a contar moneda a moneda
un dinero, que sin existencia,
vislumbra en el futuro que laboran
las gentes que hormiguean la tierra.

Desprecio a sus conciudadanos,
que no hermanos,
aferrando entre los anillos de las manos
y en las cazuelas de los bolsillos,
en virtuales monedillas,
su futuro trabajo,
el pan de mañana,
el agua que beben,
la vida y el alma,
y los hijos,
y las hijas,
y la muerte.

Desprecio al mar
engalanándolo de plástico,
de barato aceite,
de heces de barco
y de muchas basuras más;
vaciándolo con sus redes
y con sus artes de atraco
de algas y de peces,
y de crustáceos, y de delfines,
y de ballenas y cachalotes,
y de todo lo que vive,
incluso de los tiburones;
que suya es la cazuela,
de los señores.

Desprecio a la tierra,
y a los árboles,
y a los ríos,
y a las lechugas de los pobres
y a la hierba de los ricos,
llenando el silencio de gritos
de hormigón y de asfalto,
y de metales,
y de más plástico,
y de pozos negros,
y de aridez seca
como seca tengo la calavera.

Yo también desprecio
como tú o más
y sabiéndolo
quiero adecentar la casa de mi cerebro
haciendo de la cazuela hogar,
poco a poco cada vez menos holgar
y viviendo
pronto despreciar cero.
Avanzo en el intento.

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