Escondido en un cajón oscuro,
encerrado,
juega mi yo cuántico.
Uno.
Un yo perfecto.
Atrapado en caja secreta,
la cerradura del fotón cierto
lo encadena;
aguarda a quedar sin tapa,
a que la luz se haga,
para que se desvele
que en verdad esperan
otras infinitas cancelas,
un sinfín de aberturas
para renegar la duda.
A ti que sin saber lees
también se te afirma
lo que a mí se me oculta.
Una mirada tuya.
Una mirada mía.
En el infinito,
y aquí mismo,
se juntan.
Escondido en el armario,
encerrado,
está mi yo cuántico.
Uno.
Mi yo perfecto.
Atrapado tras la puerta del secreto,
la cerradura del fotón cierto
lo encadena,
aguarda a que abra la puerta
para que se desvele
que en verdad esperan
otras infinitas cancelas,
un sinfín de aberturas
para renegar la duda.
A ti que sin saber lees
también se te afirma
lo que a mí se me oculta.
Una mirada tuya.
Una mirada mía.
En el infinito,
y aquí mismo,
se juntan.
Liberado en arcón oscuro,
para mi encerrado,
juega mi yo cuántico.
Mil y Uno.
Un yo perfecto
conservado en el arca del secreto,
la cerradura de un fotón cierto
lo encadena,
espera a que se abra la tapa,
a que la luz se haga,
para que se revele
que en verdad aguardan
otras infinitas cancelas,
un sinfín de aberturas
que reniegan la duda.
A ti, que sin saber lees,
se te afirma
lo que a mí se me oculta.
Una mirada tuya.
Una mirada mía.
En el infinito
y aquí mismo
hechas una.
¿Infinitas lecturas?
Sólo con éstas te quedas,
es la factura
por haber mirado las letras.
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