En un costado de la cruz
clavada una mano,
en el otro costado
otra mano clavada,
El calvario fue su palacio
ahora olvidado
en la elegancia principesca
del hilo de oro que teje el manto.
Tintinea en falso
tanta nueva moneda
sonando en una Iglesia
que tiene incluso banco
del que coge el dinero y lo presta.
Sin usura,
bula, bula, bula...
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