Sábana roja
para que los cuernos se enciendan,
neuronas pocas,
se nota la ausencia.
Encarnado toro
que brama en la plaza
pidiendo a todos
misericordia humana
y no la encuentra,
no sabe que va de razas
y la que lo mira es asesina.
En su mirada
roja de lágrimas
llora y no engaña
aunque el que disfruta con su muerte
jure,
diga, escriba y firme con tinta
que el toro no sufre.
La fuente en la cruz,
roja,
como la sangre en el costado de Jesús,
se agota.
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