Te imaginas
después de atravesar selvas y desiertos
corriendo delante de los leones
y bebiendo de los cactus con espinas,
después de sudar tinta africana
pobre
por una piel acerada al sol del infierno,
después de rasgarse las manos
blancas
saltando una valla clavada de concertinas
ordenadas por un ministro supernumerario,
a un ser humano africano
en el final de su camino;
y te dan ganas de llorar,
conque
deja de pensar,
no imagines,
es la sangre, no más,
de quien dicen que te quiere robar,
quizás la libertad.
La libertad que te han robado ya.
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