En la noche
vieja y siempre joven
cuando el mar refleja las lumbres del paseo
con movimiento pobre,
liso, casi quieto,
melodioso silencio
en eterno bucle,
miro y pienso.
Disfruto la noche
y el malecón con sus luces
sin neones;
los reflejos que en el mar se hunden
amarillos,
destellos largos y finos
clavados en las olas mudas de cresta oscura;
los brillos de luna en la negra espuma
que las nubes con toda su altura
anulan.
Veo
el perfil en el horizonte,
pequeña cumbre
que desciende y bebe,
cantábrica,
con los dientes de Mollarri
en las aguas
que aparcan en la infinita playa.
Me siento naciente niño
placentero y fácil,
el corazón se detiene
casi.
En la noche huele
mi Zarautz de siempre.
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