Sin avisar, la banda de Borbotón
con alevosía cogió por sorpresa
incluso al aire que se respira
atravesando en pleno follón
el estrecho desfiladero que queda
entre la planicie jaspeada de Uña
y la hendidura profunda y roja
del largo apéndice del medio
al que llaman con el sobrenombre,
rimbombante y regordete, de Corazón.
En tromba apretujada todos los secuaces
corrían apresurados persiguiendo a alguien
o como si escaparan de una cárcel.
En la otra mano, ya lejana en la distancia,
con miedo, el apurado filo se había retirado
permaneciendo apartado y escondido
sintiéndose airadamente perseguido
por la pandilla de fieros y repentinos asaltantes.
En toda la amplitud del extenso valle
resonó en vibrante aullido, espeluznante,
el más terrorífico de los alaridos.
Enseguida
miles de hábiles albañiles
se reunieron herramienta en ristre
en torno a la pandilla que escapaba
comenzando, en frenético baile,
a tapiar con eficacia la salida.
No fue un instante
pero la punzante herida
término, más bien pronto, por taponarse,
dejando otra vez atrapada en la larga celda
a La Sangre.
Borbotón corría ahora por Las Venas
y todos sus fervientes seguidores le seguían
buscando la siguiente herida.
Con la fuerza de los corazones
ansiaban escapar a borbotones.
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