En la primera vez
yo era niño,
no supe qué hacer
con las letras de mi escrito,
nunca me enseñaron a ver el placer
infinito
de colocar las palabras al escribir.
No me lo enseñaron en la segunda vez,
no supieron enseñármelo después.
Si me hubieran hecho ver
cuan divertido
resulta el hecho de estar escribiendo
qué inesperada alegría de vivir
hubiera sentido,
si me hubieran hecho ver
que siempre es mejor juego
las letras en su ir y en su venir
que cualquier baraja de naipes nuevos,
si hubiera sabido...
Lo aprendí luego.
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